Todo es falso salvo alguna cosa

Todo es falso salvo alguna cosa

Por Carlos Reymán

No viene de más ir haciendo acopio de herramientas útiles que nos sirvan para aclararnos lo sucedido en los últimos años de la política española, en el caso de que eso sea posible, explicar y explicarnos cómo hemos llegado hasta aquí, qué sucesión de sucesos, contingencias, eventos consuetudinarios de lo que nos aconteció en la rúa nos trajeron a este ahora repetido, clónico de sí mismo, bucle interminable en el que la crisis se muerde su cola de pesadilla.

Una de las mejores secuencias de esta larga película en sesión continua es un travelling realmente fabuloso, magistral: el que va desde la salida de los asistentes al entierro de la Historia, con un barrido francamente brillante, en ocasiones trepidante, de los mejores acontecimientos bélicos, deportivos, galas y concursos de televisión, y vuelta al mismo cementerio, misma gente saliendo, volviéndose a sus casas, regresando de enterrar, esta vez, a la Política.

Hay que recordar que habíamos estado en las plazas, que hubo un tiempo, unos días, en que la libertad circuló libre entre nosotros. Salimos a la calle en estado de emergencia, nos habíamos propuesto refundar la democracia, rescatar la política. A la vuelta del sueño, lo único rescatado han sido los bancos.

Voy fijándome bien en los hechos mientras releo este libro de Agustín Lozano de la Cruz y Francisco Blanco que me da una visión de conjunto a la par que me permite penetrar las cosas, el sinsentido exacto de las cosas de estos últimos años que nos han deparado este presente inmóvil, involutivo, resignado.

De forma demoledora los textos y los dibujos prueban que el paisaje político y social de la España reciente no pasaba de ser un trampantojo mal diseñado al que, por regalarnos los oídos, habían dado en llamar democracia. Es duro reconocer que nos han engañado, que la posibilidad del mejor de los mundos posibles ni siquiera era buena, que el árbol con el que nos habían impedido ver el bosque era todo el bosque. No es que lo diga yo, lo hizo el propio presidente del gobierno en su día. Estaba hablando de otra cosa, bien es verdad, pero le pasa mucho a don Mariano esto de referirse a lo que sea dejándolo sujeto a interpretación, o que, por otro lado, no haya manera de saber a qué se refería, porque Rajoy, lo sabemos todos, es muy dado a hablar en revelaciones medio poéticas; es más, se podría decir que es lo más parecido en España a Alberto Caeiro, que tampoco sabía pensar y que todo lo pensaba viendo: todo es (era) falso salvo alguna cosa, afirmación más que terrible en la que se nos ha dejado sin desvelar qué es eso que aún perdura verdadero.

Resulta de mucha utilidad este libro, es una buena herramienta, no me cabe duda, pero hay que reconocer que no sólo para nuestro propósito de comprensión de una panorámica que aún nos cuesta ver desde esta distancia: es también un pliego de cargo en el que se van desplegando cada una de las categorías de lo que se ha querido pasar como anécdota, cuestión puntual, acción aislada, delito menor, imputaciones sin importancia, amputaciones inevitables, fallos flagrantes del sistema, fallas insalvables con los ciudadanos, la ciudadanía, tantas veces convidados de piedra construidos con los mismos adoquines que no fueron lanzados en aquella manifestación, a la que tampoco fuiste, contra la policía.

Ha habido momentos en que el libro se me asemejaba uno de aquellos artilugios anteriores al cine, el praxinoscopio, aquel invento en el que una tira de dibujos lograba el movimiento cuando se giraba el tambor y estos quedaban reflejados en unos espejos convenientemente colocados en ángulos, así estos años infografiados con mucha “politogracia” por Agustín Lozano y Francisco Blanco, dando vueltas dentro del espectro fatal de un tiempo que los más optimistas han dado por perdido.

Pero lo que de verdad me ha gustado pensar mientras volvía a leerlo es que se trataba de un mapa, de un plano, que lo que aquí nos han dejado sus autores son las indicaciones oportunas que nos van a ayudar a encontrar la cosa alguna que quedaba verdadera de entre todo lo que ha sido tan falso.

Estamos aún en un “hoy es siempre todavía” para salir a buscarlo.

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