Otra vez el 15M

15m

Otra vez el 15M

En Politocracia somos personas formales y mantenemos las buenas costumbres: una de ellas es celebrar por estas fechas el aniversario del 15M. Si hace dos años compartimos un análisis que se centraba en su capacidad para romper esquemas, hoy vamos a hablar de lo que tuvo de antisistema. En efecto, han leído bien: vamos a reivindicar esa etiqueta que tanta prensa y tantos políticos utilizan como si pudiera anular cualquier argumento, y la vamos a reivindicar en relación al 15M. Por algo en aquellos días de acampadas y asambleas se gritaba el lema “el sistema es antinosotros”.

Qué fue el 15M

El 15M fue muchas cosas: un estado de ánimo, una forma de protesta inédita para varias generaciones, una vía de escape ante las expectativas fracturadas por la crisis y la corrupción. Pero fue también, incluso literalmente en sus límites geográficos de la Puerta del Sol y aledaños, con sus réplicas en otras partes de España, un “territorio libre de capitalismo” y, por lo tanto, un fenómeno social marcadamente antisistema. Lo fue además de forma espontánea, improvisada, como todo lo demás. Durante el 15M, la competitividad imperante en nuestra sociedad dio paso al compañerismo y a la solidaridad, a reconocerse en el otro y en sus problemas. En la acampada de Sol se donaban libros y comida, se colaboraba en la limpieza y el mantenimiento de los espacios comunes, se distribuían toda clase de tareas organizativas, hasta algunos de los hosteleros y trabajadores de la zona echaban una mano llevando agua para aliviar la sed y mejorar el aseo de quienes no dejaban de ser los habitantes de una ciudad en miniatura, con su propia administración autogestionada, libre de funcionarios y de cargos públicos. Compárese con lo habitual, que es la competitividad extrema en todos los ámbitos, desde el laboral hasta el de las relaciones sentimentales; compárese con un modo de vida cada vez más individualista, basado en trabajos precarios y alienantes, y centrado en la interminable persecución del yo a través del consumo desenfrenado.

foto 15m
fotografía 15m

El 15M supuso el paso del yo al nosotros. Fue sin duda una suspensión temporal de la lógica empresarial y de mercado, que coloca el beneficio económico por encima de cualquier otra consideración, incluso por encima de las más elementales normas de respeto entre seres humanos y hacia el ecosistema en el que vivimos. Cuando se pregunta qué alternativa existe al capitalismo, cuando se reprocha por qué nos empeñamos en diagnosticar el problema si no somos capaces de ofrecer soluciones, ya tenemos la respuesta: el comunitarismo del 15M, fundamentado en la empatía hacia quienes nos rodean. Algo se ha teorizado sobre el “apoyo mutuo”, y algo se ha ensayado a lo largo de la historia en experiencias similares al 15M, empezando por la Comuna de París en 1871. No es un fenómeno nuevo, y tampoco se detiene en el 15M: la solidaridad expresada a partir de la huelga feminista del pasado 8 de marzo es también una forma de comunitarismo, así como la transversalidad de esos pensionistas que quieren un futuro digno para sí mismos, pero sobre todo para sus descendientes. El capitalismo divide y nos enfrenta a unos con otras, es la ley del sálvese quien pueda. El comunitarismo (o como se quiera llamar, quizá sobren dos sílabas) se empeña en lo contrario: en reconocerse, en crear lazos, en resolver en común los problemas comunes.

Los problemas de la democracia sólo pueden solucionarse con más democracia, y no con menos, que es como parece haber reaccionado el sistema. Y eso también fue el 15M, por encima de otras muchas reivindicaciones: un clamor que pedía más democracia.

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