Debatir en compartimentos estancos

Debatir en compartimentos estancos

Por Javier Figueiredo

No sigo las técnicas de fabricación de automóviles, pero hace unos años aprendí que el alienante trabajo en cadena inventado por los Ford había sido sobrepasado por el toyotismo, que creaba grupos de trabajo que competían entre sí para lograr una mayor y mejor producción. Construir una formación política requiere de menos complicaciones tecnológicas que un automóvil pero tiene otras muchas dificultades, y algunas de ellas recuerdan a los procesos de fabricación de automóviles.

Desde hace unas semanas todos los análisis se están centrando en el desaguisado interno del PSOE y se han olvidado de que Podemos tiene pendiente un debate interno que afecta o todo: a algunas de sus propuestas políticas programáticas, a una buena parte de sus líneas estratégicas y a toda la configuración organizativa. No cabe duda de que en menos dos años y medio la organización ha pasado de caber en un teatro de Madrid a tener más de cinco millones de votantes y gobernar en cuatro de las cinco ciudades más pobladas del Estado, con siete comicios electorales en tan corto periodo de tiempo.

A nadie se le escapa, ni dentro ni fuera, que Podemos necesita parar, respirar, reflexionar y (re)situarse, que necesita adaptar una estructura organizativa hipercentralista en una que confíe en la descentralización, que debe analizar qué alianzas son las que le convienen a medio y largo plazo y, lo que es más importante, definirse un poco más de manera que la ambigüedad se sustituya por consistencia (que no es lo mismo que contundencia).

A veces lo ecléctico pare ser lo menos consistente pero es lo único posible o lo único que verdaderamente es útil. El nuevo Vistalegre tiene su laboratorio en Madrid, Andalucía y Extremadura, además de otras ciudades, donde se van a celebrar unas asambleas ciudadanas que habrá que observar con detenimiento. De momento hemos podido ver el llamamiento de Miguel Urban para que se fusionen propuestas o  las de Moreno Yagüe (alguna muy buena  y otras de difícil aplicación) pidiendo que todas las candidaturas “remezclen y mejoren” las ideas que van surgiendo por separado.

Desde hace más de una semana se ha comenzado también el debate en Extremadura y nace con un déficit de intercomunicación entre posiciones que no augura un buen futuro a medio y largo plazo. Aunque todas las ideas que van saliendo en cada encuentro fueran las mejores del mundo, el debate no existe porque se realiza en compartimentos estancos, cada uno con los más afines a priori, sin espacio para una puesta en común. Se trata de un debate que, al final, se saldará con el triunfo en las urnas de un documento político y organizativo que no será fruto del contraste de pareceres de la organización. ¿Quién nos iba a decir que los que veníamos de estar en la calle en el 15M íbamos a echar de menos aquellas comisiones de redacción plurales, que elaboraban un documento marco que se enmendaba y transaccionaba hasta las tantas de la madrugada? Parece que es inevitable el triunfo de una especia de toyotismo político y que quienes abogamos por que los procesos sean más compartidos, más debatidos, más contrastados y menos personalizados estamos en franca minoría absoluta. O quizá no.

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