La rebelión de los dinosaurios

La rebelión de los dinosaurios

Por Samuel Grueso

El partido socialista está pasando por sus momentos más bajos. Como el Titanic, aquel enorme barco insumergible, el constante choque contra pequeños icebergs han abierto tantos agujeros en el casco que el gran buque ha empezado a sumergirse, y parece que pronto se encontrará en el fondo del océano.

Cada persona parece tener su interpretación de por qué. Unos dicen que esa inédita rebelión de los barones tiene su origen en la no asunción de responsabilidades de Pedro Sánchez, y en su intento de blindarse en el poder convocando un congreso exprés del partido. Otros opinan que en realidad responde al deseo de esos barones de impedir un gobierno con Podemos en vez de una abstención para que gobierne el PP.

En realidad, todo el mundo tiene razón a la vez. El PSOE  es un partido de gobierno, y eso es muy importante para entender qué pasa. Su función dentro del sistema es gobernar o ser líder de la oposición, y esperar su turno. El problema es que ya no gana elecciones, y en muchos sitios no es líder de la oposición. Conserva la hegemonía de la izquierda, pero cada vez en menos lugares y cada vez más débil. Esa es la cuestión última de todo. Si no gana, no funciona. El PSOE nunca se ha caracterizado por unos firmes ideales, sino más bien por su propia flexibilidad. Esa flexibilidad es la que le ha permitido gobernar más años que ningún otro partido.

Pedro Sánchez no es un santo, ni es un canalla. No es un santo porque él mismo ha usado el aparato, mientras lo ha tenido en sus manos, para el mismo tipo de estrategias de las que ahora es víctima. ¿Recuerdan a Tomás Gómez? Yo sí.

Y no es un canalla, porque los Secretarios Generales, con anterioridad, han hecho lo que ha hecho él: su santa voluntad. Su pecado no es mayor que el de Zapatero obligando al partido a aprobar una reforma exprés de la Constitución, por ejemplo. Ha hecho lo que todos, es decir, lo que ha querido.

Me inclino a pensar que es víctima de un juego de tronos interno, de una lucha de poder. La teoría de la conspiración ideológica suena bien, pero cojea. El PSOE y sus barones hubieran aceptado un gobierno con Podemos en diciembre de no haber habido sonrisas del destino por medio. Recuerden que el PSOE es un partido de poder, no de ideologías. Su objetivo es sentarse en el sillón, no cambiar la sociedad. De Pedro Sánchez nadie tiene ni idea de qué piensa sobre nada, por tanto, nada me hace pensar que haya sido desbancado porque planeara formar un gobierno izquierdista para cambiar la sociedad.

Lo que Pedro Sánchez buscaba, sabiendo que los barones estaban resentidos con él por pasar de ellos y por perder elección tras elección, era asegurarse su asiento por otros cuatro años. Y la jugada se le ha vuelto en contra, cuando los mismos dinosaurios que le auparon al poder ahora se acercan para devorarle.

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