El Roto nos une

El Roto

El Roto nos une

Por Fidel Martínez

EL Roto, uno de los máximos representantes del humor gráfico en este país, con una larga trayectoria que viene avalada por sus colaboraciones en publicaciones como Hermano Lobo, La Codorniz, Triunfo, Diario 16 o El País entre otras, suscitó cierta polémica hace algunos años a raíz de unas declaraciones personales.

De entre todas la opiniones vertidas en su contra, que en ocasiones estaban fundadas en el gusto y las preferencias humorísticas de quien las exponía, se le criticaba con recurrencia el hecho de “no poner nombres y apellidos a sus personajes”, de ser “tan humanista que al final resulta neutral y no ofende” o que tan sólo “nos dice lo que queremos oír”.

El Humanismo y El Roto

Hasta donde yo sé, la no alusión a individuos específicos y concretos, nunca ha restado eficacia a una obra. Ahí está el caso, por todos conocidos, de Guernica, la pintura que Pablo Picasso realizó como denuncia a la barbarie que supuso la Guerra Civil Española, y en la que no aparece retratada ninguna figura histórica relacionada con la contienda.

Me preocupa, sin embargo, el que se diga que el ser tan humanista implica neutralidad, y que en tal caso es preferible ofender. Como si ser demasiado humanista resultase algo negativo, cuando el humanismo, como se sabe, pone al ser humano en el eje de su reflexión, indagando en lo que nos une como especie, y no en lo que nos separa, en pro del desarrollo de sus cualidades esenciales. Se anula, de paso, toda su carga democrática y conciliadora cuando a este exceso se lo califica de neutral. En cambio, la ofensa en sí misma tan sólo busca el desprecio, justificado o no, del otro.

La obra de El Roto en su conjunto permite apreciar, para quienes la han seguido con mayor o menor continuidad, que siempre ha atendido a generalidades como por ejemplo la pobreza, la guerra, la desigualdad o el abuso, con la finalidad de reprobar la conducta específica de unos determinados colectivos, tomando como referencia una serie de valores que él presupone garantes de nuestras libertades y responsabilidades individuales y cívicas, y que prevalecen en todo momento sobre las ideas manifestadas en sus viñetas. Es por eso, quizás, que nunca se ha decantado por unas siglas o por un sistema ideológico en particular. Las ideas son partidistas. Los valores, por el contrario, no.

Y en la amenaza a dichos valores, en los que nosotros como ciudadanos occidentales hemos sido educados, nos encontramos en común acuerdo con las disposiciones satíricas de El Roto. Por lo tanto, que éstas se vean refrendadas por tantos, no es el resultado de una actitud acomodaticia por su parte, sino que proviene de un sentimiento generalizado de indignación compartida.

En tiempos tan crispados como los que corren, en los que está en entredicho el actual sistema de valores democráticos, lo fácil es recurrir a la provocación y el ensañamiento. Considero, sin embargo, que es más difícil intentar mantener una beligerancia objetiva y ecuánime, como cada poco hace El Roto desde la posición que le otorga su tribuna periodística, sin por ello descartar equívocos o controversia, si la ocasión o la viñeta los merecen. Porque al fin y al cabo, todos somos humanos.

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