La risa mata el miedo

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La risa mata el miedo

Por Agustín L de la Cruz

“La risa mata el miedo, y sin el miedo no puede haber Fe,
porque sin miedo al Diablo ya no hay necesidad de Dios”.

 

En una memorable escena de El nombre de la rosa, fray Guillermo de Baskerville cuestiona la obsesión de la parte más retrógrada de la Iglesia por eliminar la comedia y la risa. El humor, la capacidad de reírnos, además de ser una de las características evolutivas que nos diferencian de los animales, es también uno de los últimos baluartes que nos protegen de la dominación a través del miedo.

En Politocracia dedicamos el risible libro Todo es falso salvo alguna cosa a nuestros colegas de la publicación francesa Charlie Hebdo, asesinados por reírse de un dios monoteísta. En España continúa en vigor una ley que amordaza la risa, y castiga a quienes se ríen de criminales de los que nos llevamos riendo cuarenta años.

El humor es también una herramienta clave para ejercitar el músculo de la rebeldía y de la crítica social, y sobre todo para cuestionar, a la manera de fray Guillermo, aquello que el falso consenso que el poder impone trata de hacer pasar por incuestionable. Se necesita la risa para despojarnos del pesado manto de la propaganda. Jordi Évole, que se dio a conocer como parte de un grupo de humoristas, es acaso la mayor figura actual del periodismo de investigación en España, azote de mentirosos que se dedica a desenmascarar tramas corruptas por todo el país y que, con mucha gracia, jugó a mentirnos para contarnos la verdad en torno al 23F. Alberto San Juan termina estos días en el Teatro del Barrio dos años de representaciones de El Rey, que a golpe de comedia ofrece una lección de historia sobre la figura de un monarca lleno de deméritos que, andando el tiempo, se ha convertido en parodia de sí mismo.

La propaganda grave y tremendista del establishment mediático es contrarrestada a diario por la contrapropaganda de El Intermedio; conducido por un cómico, Wyoming, que lleva décadas buscándole las cosquillas al poder. En ese mismo espacio televisivo el reportero Gonzo nos abre los ojos al drama de los refugiados y denuncia injusticias por doquier, cubriendo así desde un programa de humor el vacío que dejan unos informativos centrados en la manipulación, el entretenimiento y las deidades defraudadoras del fútbol. Y hace unas semanas, desde las tiesas páginas del diario humorístico El País, otro colaborador de El Intermedio, Joaquín Reyes, nos invitó a reírnos de un gran escritor que se toma demasiado en serio a sí mismo y a sus demonios.

Justo esa semana ha desembarcó en Madrid el filósofo Slavoj Zizek, mundialmente leído y celebrado gracias a sus bromas y a su habilidad para hablar de revolución y otros asuntos trascendentales a través de la cultura popular. El autor de libros como Mis chistes mi filosofía es una estrella mediática que llena salas de conferencias, como llena las salas de cine Michael Moore, que además de documentalista es sobre todo un comediante capaz de provocar carcajadas mientras analiza por qué el capitalismo financiero se devora a sí mismo o por qué sus compatriotas están obsesionados por las armas.

La risa vence al miedo, y sirve para explicar el mundo. El actual presidente del Gobierno español, un personaje enormemente cómico a su pesar, ganó las últimas elecciones a lomos del miedo. Al miedo se recurre siempre desde el poder, sobre todo en tiempos de cambio e incertidumbre. “La gente está empezando a hacerse preguntas: sube el volumen del miedo”, rezaba una de las viñetas del humorista gráfico El Roto. Contra el miedo está la risa, y sin el miedo no hay necesidad de Dios, ni de Rey, ni mucho menos de Rajoy.

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