Caja tonta y tontos en caja

Por Javier Figueiredo.

Hace más de medio siglo que la televisión llegó de forma masiva a nuestras casas y fue colocada en una especie de altar privilegiado. Hasta la llegada de internet era la principal fuente de información de la inmensa mayoría de la población y lo continua siendo para las personas mayores de 55 años, donde la alfabetización digital es muy escasa.  También la información política tiene en la llamada caja tonta su principal hábitat, porque twitter, facebook (o incluso blogs como politocracia) tienen una capacidad de influencia infinitamente menor que una llamada de Pedro Sánchez a Sálvame o la segunda aparición de Albert Rivera en El Hormiguero para una sesión de baño y masaje.

En 1977 se decidió que en la única televisión que había en España (situación que continuó durante 13 años más) no habría anuncios publicitarios de formaciones políticas durante periodo electoral, algo que sí es muy habitual en países como Estados Unidos. No sé si la intención en aquel momento fue la de dar una imagen seria y sacralizada de lo que era la política para evitar que los mensajes se entremezclaran con los anuncios de detergentes, pero el caso es que lo que hemos tenido son  unos espacios en los que aparecían los políticos dando mensajes más o menos afortunados, desde el “puedo prometer y prometo” hasta “el cambio es que España funcione” y que, en el fondo, no eran mejores que el “busque, compare,…” del anuncio de Colón.

Han pasado 38 años y la legislación impide que se puedan divulgar anuncios televisivos en una época en la que todos tenemos una pantalla en el bolsillo a la que nos pueden llegar spots, montajes, vídeos lacrimógenos o mentiras en forma de telefilm de un minuto. No sé si, para paliar este desajuste, las televisiones se han lanzado en llevar a los políticos a los platós, aunque uno no sabe si es con la intención de pasarnos la publicidad política en forma de programa de entretenimiento ,o bien para conocer el nivel de desparpajo y sentido del ridículo que tienen los que nos van a gobernar y representar.

En las últimas semanas hemos visto a Rajoy retransmitiendo un partido de Champions y dando collejas a su hijo, a la vicepresidenta bailando, a otro haciendo un zumo con un pijo redomado… y esto no ha acabado todavía. Por el contrario, el Presidente saliente se niega a debatir excepto con el que considera que es su único oponente, y los debates que se avecinan tienen toda la pinta de ser unas puestas en escena tan medidas por las asesoría de imagen, que poco van a servir para sacarnos de duda sobre nuestro voto.

La televisión podría servir para informar y formar a la gente sobre la realidad y la política pero, desgraciadamente, la caja tonta se ha convertido en una caja en la que la última tontería es más eficaz para ganar votos que diez sólidas ideas para resolver los problemas de la gente. Así vamos.

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