Éxitos y desastres del 20D (parte I)

Por Javier Figueiredo.

Ahora que han pasado unos cuantos días desde las elecciones se va despejando el campo de batalla y se van colocando en su sitio los vencedores y los vencidos. Tras las declaraciones de las primeras horas (esas en las que casi todo el mundo está contento aunque los números digan lo contrario) los éxitos y los desastres van aflorando de forma natural y no se pueden disimular. En esta primera aproximación, y teniendo en cuenta que la actualidad lo está convirtiendo en protagonista, es necesario analizar los resultados de un PSOE que ha perforado su suelo histórico, aquel que creíamos imposible de superar y marcado por Rubalcaba hace cuatro años. El PSOE se queda en un número de votos similar al de 1977, con la diferencia de que el en 2015 votaron siete millones más de personas.

Si la pérdida de votos y escaños es significativa, aún son más preocupantes otros detalles que convierten en histórico lo sucedido hace unas semanas: el PSOE siempre había sido primera o segunda fuerza en casi todas las circunscripciones durante los últimos 38 años y ahora ha pasado a ser tercera fuerza en lugares tan importantes como Cataluña, País Vasco, Galicia, País Valencià, Baleares, Canarias o Madrid, donde baja a la cuarta posición. En las ciudades el dato es demoledor y Podemos supera a los socialistas en 17 de las 25 ciudades más pobladas.

Habida cuenta que Cataluña ha vuelto al centro del debate, conviene detenerse en los resultados del PSC-PSOE en Cataluña. En 2008 se hizo con 25 de los 47 escaños que estaban en juego y en esta ocasión se ha quedado con tan solo ocho. En apenas siete años ha perdido más de dos tercios de sus votos en la comunidad que permitió a Zapatero gobernar entre 2004 y 2011. El PSOE se mantiene gracias a Andalucía, donde consigue uno de cada cuatro votos. Aun siendo estos los mejores resultados del partido a nivel nacional, hay que señalar que pierde casi 200.000 votos y tres escaños. En resumen, el PSOE obtiene unos pésimos resultados y no hay excusas que valgan ni maquillaje que los pueda ocultar.

Sin querer entrar  demasiado en la lucha interna de los socialistas, todo parece indicar que hay una buena parte del partido que cree que Pedro Sánchez está amortizado políticamente, que no ha sabido capitalizar y comerle terreno al PP a pesar de los recortes y la corrupción, y que solo le queda caer en picado. Una repetición de elecciones para el PSOE sería la ruina total, en la que C’s y Podemos contarían con medios para afrontar una campaña en condiciones (téngase en cuenta que esta última vez no podían casi ni aparecer en televisiones públicas) y podrían comerle terreno por ambos lados.

El grave problema del PSOE es que no sabe dónde colocarse, no define la propuesta de modelo de estado que quiere hacer, si seguir los pasos de los más jacobinos nacionalistas españoles del partido (todos recordamos los nombres) o bien intentar tender puentes hacia alguna parte y marcar diferencia con el PP y C’s.

Nada es improvisado. La salida al unísono de barones del PSOE tildando a Podemos de independentista (por propiciar un referéndum como el de 2014 en Escocia y anunciando Pablo Iglesias que él pediría un “no”) forma parte de una estrategia de acoso y derribo por parte del PSOE más nacionalista español frente a un Pedro Sánchez que aspiraba a construir un frente de izquierdas en la Carrera de san Jerónimo. Y Pedro no sabe qué hacer porque su silla en la secretaría general del PSOE es alquilada, la dueña vive en Sevilla y está con ganas de sentarse en ella.

El PSOE va a dar que hablar durante algunas semanas, pero próximamente habrá que diseccionar qué pasa en este país para que el PP tenga más de siete millones de votos.

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