La tercera vía

Tengo la impresión de que con cada declaración que hace alguien del gobierno sobre el «desafío soberanista catalán», el nombrecito en sí mismo desecha cualquier afán de entendimiento, nacen diez independentistas. Vamos, que a la causa de Mas se han sumado adeptos no por Artur sino a pesar de. El inmovilismo de Mariano y el imperialismo español de sus Ministros más fascistoides son la fábrica de independentistas perfecta, imponen la unidad, la bandera y hasta los sentimientos que deben tener a una parte de la población que sencillamente no está en sintonia con el españolismo patrio. Lo mejor de todo es que su máxime es «el cumplimento de la ley», ¡cómo si eso hubiese sido alguna vez un problema para el Pp! (el partido que entregó al juez los discos duros formateados). Las leyes no están escritas en piedra, la Constitución no es biblia, por lo tanto todo es susceptible de reforma o modificación. Sólo faltaría.

Al otro lado de la cuerda tenemos a Mas, hijo predilecto de la familia Corleone conocida por el amor que procesa a Cataluña y a Andorra a partes iguales . También a Junqueras, que cualquiera que lo escuche hablar puede deducir que en algún momento de su vida fue esclavo condenado a galeras por la corona española. Estos dos son otra fábrica pero en este caso de españolistas, además de los sensatos, de los que ven 13tv porque es música para sus oídos. Hablan de expolio, de odio, de robo… convirtiendo el germen en epidemia y enarbolando los sentimientos y las banderas en un tiempo convulso en el que resulta fácil traer adeptos a una causa.

Nacionalismos ambos, irracionales, movimientos románticos pero que en cuanto rascas un poco te das cuenta que de lo que siempre se trató fue de la pela. No es más el nacionalismo español que el catalán ni viceversa, no es España una tiranía y Cataluña un vasallaje. Ellos lo saben, pero a ambas partes les es beneficiosa la confrontación por lo tanto haríamos bien en  no esperar el diálogo hasta que este se presente en forma de última oportunidad.

tercera vía:

Hace tiempo que la gente sensata llama al entendimiento, al acomodo de Cataluña en un nuevo marco legal en el que ambos territorios encajen. Es obvio que con la independencia catalana todos perderíamos, pero también lo es que no podemos negar el derecho a decidir a toda una sociedad. La tercera vía consiste en seguir conviviendo, en que el Estado español ceda posiciones en su supremacía y Cataluña haga lo mismo en su doctrina independentista. La tarea en sí es complicada, más aun cuando hay que empezar por tirar todos los muros que nuestros líderes políticos se han empeñado en construir entre ambos territorios haciendo gala de su gran irresponsabilidad. Reforma constitucional, federalismo, reconocimiento de naciones en un mismo Estado, son algunos de los pasos que habrá que dar para garantizar la convivencia.

Editorial: Francisco Blanco

 

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