Nuestros terroristas

Por Agustín L. de la Cruz

Se atribuye a Henry Kissinger, Secretario de Estado bajo el gobierno de Nixon, la célebre frase: “Pinochet es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Aunque la frase sea impronunciable para ellos, al menos en público, se me antoja que estos días los Kissinger y Nixon de nuestro tiempo andan pensado algo parecido, “los terroristas son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta”: directa o indirectamente los hemos entrenado y vendido armas, en sus países de origen hemos desatado el caos que es el caldo de cultivo de su fanatismo, no hacemos nada contra los paraísos fiscales que son su principal vía de financiación. Y no sólo eso, además “nuestros terroristas” nos hacen el trabajo sucio: dan alas a la extrema derecha para luego nosotros presentarnos, desde el extremo centro, como campeones de la democracia, adalides de la seguridad y el consenso; borran de la agenda con su humo y sus bombas lo que realmente importa y afecta a los ciudadanos; nos proporcionan el pretexto que necesitamos para recortar derechos y libertades, dar imagen de unidad y declarar la guerra. ¿La guerra contra qué? No contra la pobreza, el hambre, el paro o la corrupción. Claro que no, eso sería declarar la guerra contra ellos mismos. Ellos se hacen la foto y promulgan una ley ad hoc para introducir la prisión permanente revisable, que además de contravenir las más elementales normas del Derecho le pega una buena patada al diccionario.

En modo alguno pretendo restar gravedad a los atentados de París: yo mismo podría haber estado entre sus víctimas, como pude haber subido a uno de los trenes que estallaron aquel triste 11 de marzo. Pero al igual que hubo quienes alzaron la voz para recordar que también un 11 de septiembre tuvo lugar el golpe de Estado de Pinochet el hijo de puta, que causó bastantes más muertes que los ataques sobre las Torres Gemelas, me gustaría recordar, por ejemplo, que en Grecia se cuentan por miles los casos de suicidio derivados de la crisis económica. ¿Se han reunido los altos dirigentes europeos para hacerse la foto, declarar la guerra, cambiar las leyes y etcétera con el objetivo de parar todas esas muertes? En absoluto. Antes al contrario: han sometido un poco más a los griegos, han endurecido las medidas que provocan esos suicidios, han puesto de rodillas a su gobierno para que pasara por el estrecho aro de la Unión.

¿Por qué ha de haber un pacto de Estado contra el terrorismo pero no lo hay contra la corrupción? ¿Por qué corren los viejos y nuevos extremocentristas a formar un frente común “para que no se rompa España” pero no lo hay contra la desigualdad, los desahucios, la precariedad o la pobreza infantil, que son los problemas que realmente están rompiendo a los españoles?

A ver si conseguimos organizarnos, en esta cosa que ocurre cada cuatro años a la que llaman democracia, y hacemos de esta prisión permanente en la que estamos confinados algo revisable, mejorable, creíble, y les damos una buena patada a los que crían terroristas mientras nos sacan los ojos.

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