Trump y la caída del bienestar

Trump y la caída del bienestar

Por Samuel Grueso

«Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, y entonces… entonces ganas.»
Dicho popular.

Ya ha empezado la previsible riada de comentarios en las redes que simplifican la victoria de Donald Trump, insultando a sus votantes, llamándoles ignorantes, idiotas, estúpidos y toda la retahíla habitual para las ocasiones en que lo políticamente correcto no ocurre. Cómo si fuera un dejavú, es la cuarta vez que este año vuelven los mismos comentarios, tras la victoria del Brexit, el fracaso del referéndum de paz en Colombia, y la victoria electoral de Mariano Rajoy.

Es el nuestro un tiempo en que el análisis sosegado, el pensar los temas en profundidad, en discernir las causas de por qué ocurren las cosas, se ha convertido ya en un ejercicio reducido al simple tuit. Se prefiere este, porque es mucho más fácil pensar que la gente es imbécil y así poder reducirlo todo al comentario vanal. Entono el mea culpa también, puesto que soy hijo de mi generación, y por tanto, comparto los males de esta. La norma es ya el pensar que «Si no hacen lo que yo creo es que son imbéciles» y a otra cosa, que el tiempo vuela.

Estoy convencido de que entender las razones por las que ha ganado Trump es un ejercicio que requiere, al contrario, de mucha reflexión, y de mucho tiempo de reposo de lo que hemos vivido estas últimas horas. Parece evidente que la globalización mundial ha llevado a una desconexión cada vez mayor entre las élites tradicionales, que han ejercido el poder desde mediados del siglo XX, con los votantes a los que tradicionalmente representaban. Iñaki Gabilondo, que siempre hila muy filo, hacía hoy notar que Trump no es la enfermedad, sino el síntoma. La enfermedad, el gran problema, es el malestar de gran parte de los ciudadanos con la situación actual.

Los más jóvenes caemos a menudo en el error de pensar que «nuestro mundo», este gran universo que son las redes sociales e internet, donde existe es más o menos predecible lo políticamente correcto, es la propia realidad. La mayoría de nosotros nos movemos en una realidad paralela que es sólo una pequeña parte de la realidad global. Debido a ello nos sorprendemos tanto cuando la otra realidad, la que engloba a todos, nos da de vez en cuando un buen sopapo en la cara con toda la fuerza de los hechos.

Y es que para el votante de Trump, él no se define por lo que dice, sino por lo que es. Trump va contra todo y contra todos. Contra las dinastías políticas, contra los medios de comunicación… pero sobre todo, contra lo políticamente correcto. Trump dice en público lo que muchos piensan en privado.

Mucha gente está muy harta de que los políticos repitan mensajes prefabricados como si fueran papagallos, prometiéndo mentira tras mentira mientras sus vidas se derrumban. Piénselo. Es fácil no ser racista cuando uno vive en un barrio sin delincuencia donde sólo hay​ blancos de clase media. ¿Pero y qué pasa con las masas de antiguos trabajadores desempleados o con salarios cada vez mas bajos, que viven en suburbios venidos cada vez a menos, que perdieron sus empleos cuando trasladaron las fabricas a China, a los que han atracado dos veces este año los miembros una banda de negros o de latinos?  Los votantes de Trump son las victimas silenciosas de la globalización y del derrumbe del bienestar. Puede que ellos no entiendan bien lo que dicen esos profesores universitarios tan cultos que escriben en el New York Times, pero lo que si que entienden bien es que llevan 20 años viviendo cada vez peor y que hace mucho que nadie les tiene en cuenta.

Por contra, Trump es, para muchos de ellos, el verdadero representante del llamado «sueñoamericano». Multimillonario, empresario, playboy, excéntrico, ególatra, machista, racista y políticamente incorrecto. En el mundo de lo políticamente correcto este señor es una tara, pero en el mundo de la cruda realidad de los suburbios, donde la gente es racista, machista y vive en la semipobreza pobreza recordando los años donde había trabajo y bienestar, y donde una buena idea podía crear un imperio, Trump es un ejemplo. ¿Y quién les dirá ahora que Trump no es lo que vende, un hombre hecho a sí mismo, un luchador? ¿Quién les explicará que el sueño americano no es hacerte millonario y algún día hasta Presidente por la mera fuerza de tu propia voluntad? ¿Quién les explicará que tener todo
el contra no es motivo para rendirse? ¿Quién les dirá que no todo es posible en America? El hombre del que todos se reían, al que nadie tomaba en serio, pero que uno a uno a derrotado a todos sus rivales políticos, con todos los poderes posibles del stablishment en su contra, es ahora el Presidente de la última superpotencia, y es gracias a los votos de aquellos que, cómo él, han sido ignorados y despreciados por las mismas personas que hoy llaman a sus votantes estúpidos y analfabetos en vez de preguntarse qué razones han llevado a estas personas a ello.

 

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